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lunes, 22 de abril de 2024

Alicia en el espejo

A manera de cuento.


Conocí a Alicia un día en que aburrida le dijo a su mamá que quería una muñeca o una niña para jugar porque estaba muy sola. La madre, directora de una importante empresa de almacenaje, y pronta a atender los reclamos de la niña, tuvo a bien buscarle a alguien con quien jugar. Pensó en comprarle algún juguete pero, tenía ya tantos que uno más no sería diferente.
Tenía en la empresa a su cargo un hombre eficiente con muchos años de servicio. Sabía dicho por él mismo que tenía tantos hijos como meses tiene el año. El dinero no alcanzaba para mantenerlos.

La Directora pensó que si una de sus hijas la ¨adoptaba¨ por un tiempo pagándole todos sus gastos, educación, alimentos, etc.,  sería una gran ayuda para el trabajador que además era muy estimado por ella por trabajador y educado. 
Habiendo muchas bocas que mantener -pensó el hombre- si una se le iba sería una cucharada más de frijoles para los demás.
 
Así que preguntó una mañana a sus hijos, ¿Quién quiere ir a vivir con una señora rica que les dará lo que nunca han soñado?

¡Yooo!
Si, yo levanté la mano, a los diez años decidí el rumbo de mis sueños.

Una mañana de junio emprendí la partida a un mundo mejor lleno de juguetes y ropa sin remendar, sin hermanos que jalaran las trenzas ni que se pelearan por ver quien ganaba la primicia de leer ¨Leyendas de la Colonia¨, revista que era permitida sólo a los mayores. Los pequeños debíamos conformarnos con lo que platicaran los hermanos bajo las sábanas en un mundo de ruidos callejeros y fantasmas escapados de debajo del puente de El Contadero. 

Guardé con ayuda de mi madre la poca ropa que tenía, la que no compartía con mi hermana mayor. Una llave que abría los recuerdos felices con sólo cerrar los ojos y un dejo de tristeza guardado en la bolsa donde mamá compraba las frutas y verduras con las que aplacaba el hambre feroz que siempre teníamos.
Agarrada de la mano de mi madre y de Juan -el gemelo mayor- que iba dejando regadas en el camino las huellas de mi sonrisa para que a su sonido pudiera regresar sin perderme, emprendimos la ruta hacía un destino insospechado.
Mamá me dejó en esa casa enorme donde una niña rubia, con pecas y un conejo de peluche más grande que yo me dio la bienvenida escudriñándome cada poro de mi piel. Sin sonreír me veía con sus ojos verdes llenos de preguntas.
Yo con mi pelo largo negro, morena y seria era todo lo que no esperaría de un juguete vivo. 

Mamá y Juan se despidieron de mí, después de darme un abrazo que se repetiría por dos largos años en los que la separación era cada vez más difícil. Cerrando la reja partieron sin mirar atrás a la niña que se quedó con dos lágrimas temblando en las pestañas. Después de esa primera partida, las lágrimas serían mis compañeras inseparables de vida.

Alicia después de escudriñarme y viendo que no ofrecía mayor peligro se puso feliz, por fin tendría con quien jugar. Una muñeca de carne y hueso que haría lo que fuera con tal de ser aceptada en esa casa que nunca -con el tiempo lo sabría- sintió de ella.
Ropa, zapatos, juguetes, paseos, comida deliciosa, manjares exquisitos que jamás imaginé existieran y un conejo de peluche sentado en el rincón de la recámara que no era ni sería nunca mía. ¿Por qué querría que todo fuera mío? Sólo mío.

Alicia en el espejo mirándose todos los días, trenzando su rubio pelo tan brillante como el sol, me veía tratando de meterse en mi cabeza queriendo comprender porqué todas las noches me paraba de puntitas tratando de alcanzar a la Virgen del Socorro que con su hijo me veía desde arriba.
Por las noches cerraba los ojos pensando en mis padres y hermanos que habían quedado lejos, lloraba sin fin hasta dormir rendida añorando una vida que dejé sin pensar. No pensé. Si tocaba a la virgen seguro ella los cuidaría aunque la Virgen del Socorro era desconocida para mí. 

Juan y mamá venían cada mes por mi para llevarme a casa, sabiendo que al regreso mis hermanos serían indudablemente más extraños. 
Un día ya no pertenecí a ningún lado, había perdido mis querencias antiguas y las nuevas no eran lo suficientemente fuertes para extrañarlas. Ahí me quedé niña enfrentándose a sus miedos.

Cuando regresaba a casa trataba de recordar la última travesura en la que había participado con mis hermanos pero, había pasado tanto tiempo que nadie se acordaba, dejando un vacío en mi alma que comenzaba a acostumbrarse a la soledad.
Entonces me hice fuerte, vestí mi corazón de acero y no dejé que en adelante nada ni nadie me lastimara. En busca de mi propio camino amarillo con la soledad grabada para siempre en mi destino, emprendía la marcha hacía la vida.

Nunca entendí porque no pude llevarme bien con Alicia. Ella quería jugar conmigo pero yo la veía tan ajena que no quise ser su juguete ni su amiga, mucho menos su muñeca. ¨No me gusta que jueguen conmigo¨. 
Terminó por apartarse de mí yendo a buscar a sus amigos que jamás fueron míos. Ahí supe de la diferencia de clases. Mejor era mi mundo. Ahí supe lo que era ser ¨rico¨ y lo que era ser ¨pobre¨. 

Nada fue mío. Perdí el cariño de mi familia porque todo cambió para mí.  El poder y la seguridad que da el dinero -aunque no fuera mío- me hizo ser prepotente y orgullosa, sentirme más de lo que era. Cuando regresé a casa ya nada fue igual, yo había muerto poquito. Era una niña pobre con aires de rica que nunca se me quitaron por más que la vida se empeñara en ponerme en mi sitio.

Perdí mi mundo, mi bosque en el que tantas mañanas salí a recoger hongos para comer en familia. Perdí para siempre algo que jamás volví a recuperar: el amor de mi familia, que lo tengo pero algo se rompió.
Me convertí en ser de ningún lado. No pertenezco desde entonces ni a mí misma.

Así he andado por la vida, buscando el camino amarillo. rastreando las migas-sonrisa que mi hermano Juan tiró un día. Perdido el paraíso de pobreza donde fui feliz cambiándolo por uno mejor, para quedarme en el infinito mundo del solitario ser.

Busqué y busqué la casa de chocolate en la que habitaba mi familia pero lo único que encontré fue la indiferencia de mis hermanos y un hueco que jamás se volvió a llenar. Mi madre y mi padre no eran más mi familia. ¿Dónde estaban todos los que se quedaron? ¿Dónde me perdí? ¿Cuál es mi lugar? ¿Adónde pertenezco si es que acaso pertenezco a algo o a alguien?

Me vi en el espejo un día, no me reconocí. La niña feliz que partió a buscar un mundo mejor se había convertido en una señora gruñona que no se arrepiente de querer explorar su destino a tan corta edad, que fue recogiendo al regreso, migas de lágrimas en un mundo desconocido pero que llenó una canasta de besos que encontró y sigue encontrando perdidos en el camino.













lunes, 15 de abril de 2024

Repeticiones


Hay que tener la mente despierta con la inteligencia a tope evitando entrar en lugares comunes que de tan comunes ya ni lugares son.  

Hola, sí ¿Cómo estás?

Estoy bien, muy bien.

Adornando epílogos completos con base en palabras bonitas con aroma a melocotón. ¿A quién le gusta llorar sin razones? De que las hay, las hay. Tantas más que el número infinito. Desplegar atolondrada el alma sin abusar de ello. Los abusos no son buenos ni siquiera en palabrerías rotas. 

No mirar mucho las letras pa' no desgastarles el alma; luego suenan huecas igual que las tumbas  arropando calaveras desarmadas.

Deja salir la letanía de nuevas palabras, ve formando oraciones simples rebosantes de alegría. Total, siempre hay que responder al falso ¿Cómo estás? para que se te quite la etiqueta de malaleche, Muy bien, gracias. No se pregunta lo que se ve. Para amarguras, el limón. Para sonrisas el optimismo delegado en los labios rotos.

Dicen que se puede ir sonriendo  a todo aquel que te encuentres. Es mejor traer una sonrisa tatuada que bajar la moral con un rictus amargo. La vida te trata según hayas escogido el camino. Tantas emociones libres mezcladas al aí se va, pero que digan algo ¿eh?

¿Aunque digan que sólo aceptas conocer gente si te reditúa alguna ganancia económica? La gente habla porque tiene boca echando semillas de mentiras en terreno despoblado.

Lueguito sigue la charla con más mentiras piadosas. La gente carga su máscara de payaso, con habitual cortesía sonriendo los desaires. De todos modos eres un ser inanimado acostumbrado a caminar de la mano con la mala de la historia. Las derrotas son inmortales. Los éxitos pecan de olvido. ¿Viste la cara que tenía? Seguro no tiene sexo en su vida barata y vacía.  Difícil sustraerse al que por todo sonríe. Ah si, tampoco puedes apartar la vista de los otros, ya sabes.

La vida se vive mejor viajando en los dinteles de la memoria. A lo mejor no existe esa palabra. Ni modo que la haya inventado, no soy buena para eso. 

-¿Para qué eres buena?
-Para todo menos para nada.

Hoy escribo al acecho del desaire.

Haciendo a un lado los vapores de pragmatismo utópico, se vive la vida con sencillez absoluta. No quieras venir a presumir tanta palabrería dominguera. Desde que tienes tantos términos a la mano, presumes tu sapiencia con nadie. Mujer ignota, bruja arrabalera. Señorita a tres tiempos. Señora decente, obediente, sin diente.

Mejor escribe y no hables.

Oakey




 









 

domingo, 7 de abril de 2024

Soliloquio


¿Quién puede estar pensando cosas tan raras un domingo en la noche? Nadie está despierto a esta hora, o si pero no en mi casa.

Hay momentos en la vida que al estar sola con mi Alter Ego -me gusta escribirlo con mayúsculas, se lee tan nice- obligo a la soledad a quedarse callada. Tengo tanto que aprender de ella. Pienso... pienso... pienso. Se me ocurren tantas cosas como por ejemplo, ¿Si la vida fuera de colores, de qué color sería la mía? Ni idea, la vida es como el arcoiris, llena de matices instantáneos con colores rimbombantes. Puede que al amanecer mi vida esté llena de amarillo y luego se convierte en naranja para después pasar al rosita bobo y terminar con el negro nocturno. Si, así creo que es mi vida.

Iba a hacer una lista de cosas que a nadie le importa saber de mí pero lo creí inútil. A nadie puede importarle si caliento mucho mi café y después lo dejo enfriar porque me gusta beberlo frío. Tampoco creo que importe que descubrí un método para no oír a mi conciencia. O que cuento los escalones cuando subo y cuando bajo. No es importante para nadie saber que mi peinado afro era una rebeldía a mis raíces pueblerinas. Quizás a nadie le importe lo difícil que es para mi sonreír.

En ocasiones me cuento historias para dormir.

El otro día me conté una sobre la forma en que El Guardián de Almas tiene para que LucyFer -así lo escribo- no se lleve ningún alma al infierno. Estaba tan buena que la escribí en twitter. Esa historia está mezclada con recuerdos de mi niñez y trozos del adulto que soy. Un día me la voy a contar aquí con lujo de detalles, eso si no asusta ni al diablo.

Tengo historias de patines que nadie creería o ratas mordiendo mi pantorrilla. Crónicas de cenzontles tristes y de nubes con forma de tu cara. Relatos que al no escribirlos mueren cada día en forma de bostezo.

Tengo tanto que contar pero me cuesta trabajo plasmar las historias en el papel. ¿El fondo blanco de la computadora es un papel? Si no lo es tiene un gran parecido.

El otro día estaba pensando que la computadora se ha convertido en mi mejor amiga. Sabe todo de mí. Sin ella la vida me sería muy aburrida. 
Cuando me conté la historia de LucyFer, pasé mucho tiempo en twitter que hasta me sorprendí. Pero bueno por lo menos hay alguien que me lee cuando ya no sé que hacer. Ahí siempre hay alguien presto a escuchar o a que lo escuchen. Cuando alguien con quien hablaba se iba, llegaba otro y después otro, así hasta que me tocó a mi irme porque ya tenía sueño.
Si la computadora no existiera me habría vuelto loca desde hace mucho tiempo. Ya estoy lo sé pero un poco más. ¿Alguien puede volverse loco nomás poquito? Yo si.
A mi me dan miedo los manicomios, temo que me encierren en uno. -¡No me dejen aquí!- Gritaría al tiempo que me aferraría al suéter de mi hermano.

-¡Hey, esa historia es real!- si me pasó. Nada más que no me encerraron en un manicomio. Ahora que lo pienso puede ser que en ese lugar hayan empezado mis inicios con la locura. Hacía tantas cosas ahí. Acariciaba imágenes de santos, guardaba cosas tan extrañas -para mi- como una llave de VW que no sé cómo llegó a mis manos. En los vagos recuerdos que de vez en cuando acuden a mi cabezota, parece que esa llave me la dio mi hermano y la guardé como recuerdo por si se me olvidaba que tenía familia. En esa casa me convertí en un ser callado y taciturno al que ya no le importó que nadie lo escuchara. ¿Para qué si mis gritos eran acallados con un ¨Las niñas bien educadas no hablan a gritos¨, pero esa era la única forma de hacer oír mi voz.

Me, mi, me, conmigo. -¿Algún día dejaré de hablar de mi?- No creo, de eso trata el blog, del Me, mi, me, conmigo en donde soy la reina de un blog caduco y falto de seriedad.

Tiendo mucho a hacerme la víctima lo cual no me importa. Hace mucho que muchas cosas dejaron de importarme.

Cuando iba a la escuela en mis épocas tempranas usaba zapatos que me regalaban -nuevos- pero los usaba cuando nadie me veía. Fueron los inicios con la riqueza. Toqueteos excelsos con algo que nunca tendría. Al fin que ser rico no es lo mío. Los ricos me caen gordos, tengo muy malos recuerdos de ellos. Pero bueno no debo generalizar, conozco ricos muy buena onda. Eso sí son virtuales, los reales no se juntan conmigo.
Ellos dicen que el dinero no es lo más importante, ¡Achis! Quiero ver que tengan que sufrir por no tener dinero para dar de comer a sus hijos o ni siquiera para nada. Bueno, cada quien que haga con su vida un papalote y lo eche a volar que yo he aprendido a subsistir con mis propios recuerdos y con dinero que nunca gano.

Luego pienso que los seres virtuales estamos tan solos que sin nuestras manos el mundo sería infame. Hablando de manos, un día, cuando tenga manos expertas me volveré onanista. Deberían hacerla profesión, Licenciado en Onanismo. Me graduaría con honores, después buscaría una maestría y doctorados y todo eso que uno hace para acumular experiencia que al final viene siendo un logro más en un papel que la mayoría de la gente no entiende. Siendo onanistas declarados, habría mucha gente desestresada y feliz, mínimo estarían sonrientes a la hora de salir a sus labores digo yo. Pero está tan estigmatizado todo que nadie acepta que ser onanista es un gran placer. Dicen -a mi no me lo crean- cargo sobre mis hombros la vieja escuela de la negación como principio.

Esa es otra cosa que pienso en los días sin horas.

Imagino si a alguien podría importarle la historia de Maricruz, si ni yo misma la entiendo cuando me la cuento. O la de Juanita que andaba por las mismas que yo. Dos chicas solitarias en camino diario a la escuela sin decirse nada. Dos casi niñas agarradas de la mano para enfrentarse a un mundo al que no pertenecían. Juanita de pantalón de mezclilla, blusa a cuadros y pelo tan cortito como ella. Yo.. yo era una niña asustada queriendo estudiar para ser feliz, ahora sé que para serlo no se estudia.
Y aí íbamos de lunes a viernes con nuestros siete pesos en la bolsa del pantalón y los miedos envueltos en la mirada. Con mis rizos negros enfrentándome a una vida rara porque ahora que lo pienso bien, mi vida es rara.
Nadie que se precie de ser cuerdo relata los pormenores de una extraña vida a una computadora que responde en momentos ajenos al tiempo y que cada día le restriega en la cara que hay vida afuera cuando es la virtualidad lo que me ayuda a mantenerme viva en un mundo de locura real.








 

Musa con cuernos

PARA LA MALQUERIDA

La Malque es un corazón de sol escondido y mil silencios largos. Es beso de agua y luz de ciegos en el desierto diario. La leo y me leo. La leo y la siento. La leo y la quiero. Vamos de la mano desconocidos y alejados por los caminos rotos y astillados de la vida cansada y del tiempo huraño. Refunfuñamos por todo y hasta en el infierno tienen miedo de que un día aciago lleguen nuestros pasos. Chocamos con mil horas arañamos las rutinas odiamos la compasión nos dan risa los ángeles y mucha pena los diablos. Nos cansa todo y más que nada el resto de los humanos. A veces herviríamos a los que nos rodean y otras daríamos la vida por hacer reír a un chavo. La Malque es un corazón de sol escondido y mil silencios largos. Toro Salvaje

Porque siempre queda espacio para nuevas libertades.

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Ángeles de la fe

Yo traigo la verdad en mi palabra Vengo a decirte de un niño sin abrigo. Vengo a decir que hay inviernos que nos muerden, de la falta de un amigo. Vengo a contarte que hay luces que nos hieren, que existen noches sin whiskys ni placeres. Vengo a decirte que está cerca tu condena. Hoy una madre murió de pena. Déjame cantar, tengo vergüenza de ser humano como tú, en tu presencia. Descubrirme a mí mismo y en tu figura qué poca cosa somos sin ternura.